Thursday, January 05, 2006

[girlie stuff]

Cuando hablamos de igualdad de sexos, comúnmente hacemos referencia a un deseo u objetivo VS la realidad de las discriminaciones. De acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, “una de las más frecuentas y silenciosas formas de violación de los derechos humanos es la violencia de género”. Desde los años setentas, la Organización de las Naciones Unidas ha mantenido en debate dicha temática. En 1975 se proclamó el Año Internacional de la Mujer y fue en México que se realizó una primera conferencia mundial para después incluir la igualdad de sexos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El que lo anterior sea un quehacer institucional no es nada nuevo.
Para hombre y mujeres, la libertad de ser y vivir por nosotros mismos no representa una pretensión, sino la expresión de un derecho humano por medio del cual desarrollamos una valoración de la representación que somos a través de espacios psicológicos y morales trascendentales. Por medio del sentido kantiano sería fundamental para el ser humano que dicha libertad se expresara en la búsqueda del bienestar, es decir, “en tanto no se infrinja la libertad que tienen los demás para buscar un fin similar que se pueda reconciliar con la libertad de todos los demás… esto es, debe conceder a los demás el mismo derecho de que goza él”. Partiendo de lo anterior y suponiendo que todos tenemos la misma libertad de ser y actuar, entonces, ¿en que basamos nuestra percepción de igualdad?, ¿dentro de que planos se busca la vinculación de dicho término entre hombres y mujeres? Claro está que desde el punto biológico existen diferencias innegables (ejemplos están en que un hombre no pueda dar a luz, entre otros); pero si lo analizamos desde el punto de vista ontológico vemos que el género, como arraigada “institucionalización social” de la diferencia de sexo, es una categoría que nosotros hemos construido para la sociedad en los ámbitos históricos y culturales para daros una estructura que, como normativa, va más allá de una simple categoría descriptiva.
Al igual que muchos otros autores, creo que estamos en un punto en el que debemos liberarnos de la comparación de géneros como idea de igualdad. Creo que tenemos el derecho y la obligación de conceder y concedernos libertades como individuos morales. Creo que más allá de las particularidades históricas y socioculturales, de las concepciones jerárquicas, los sistemas conceptuales y los códigos de conducta de este contexto en específico, se debe dar una “igualdad entre sexos” como una cultura de libertad y diversidad, y no como un campo de batalla ideológico sobre quién tiene o no la superioridad. Y siendo que el pensamiento crítico-analítico y las concepciones sociales han ido evolucionando, entonces lo determinante aquí es que con base a la diferencia misma se de la importancia y el valor que la diversidad brinda, y que la interpretación de igualdad se viva como derecho y responsabilidad que es, y en palabras de Luis Villoro, como una “libertad de realización para todos y, entre todos, comunidad”.

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